Carácter del afgano
Los lebreles orientales muestran una actitud calmada con una expresión altiva. Aparentan siempre orgullosos, pareciendo ser superiores a cualquier cosa.
A algunas personas les atrae su aspecto pero no las características que le son propias. Quieren, por ejemplo, un perro que camine con ellos sin correa o que permanezca en su jardín sin vallar y no se marche del recinto. Sería mejor que adquirieran un perro con esas particularidades tan típicas que buscan.
El afgano no es que quiera abandonarnos, sencillamente tenemos que comprender que su radio de acción es muy amplio. Los entornos modernos a los que lo queremos adaptar son limitados y peligrosos.
Por supuesto existen diferencias individuales y los podemos llegar a controlar con la educación en manos expertas, con el afgano la clave será el cómo reaccionemos ante la necesidad de su movimiento y como proporcionarle la quema de energía que precisan.
Caminando por zonas sin peligros urbanos, la mayor parte del tiempo se adelantan entre 200 y 300 metros, siempre controlando donde está su compañero, sin aparentar hacerlo.
Basta un cambio de dirección y un silbido y responden a la llamada, si su adiestramiento es bueno, pero siempre y cuando no vean un animal o algo que saque su instinto y nuble su mente, entonces ya se puede silbar lo que se quiera que no vuelven hasta que ese motivo que les atrae pierde su interés.
Por ello es tan complicado soltarlos en ciudad, ya que esos 200 o 300 metros, que en la naturaleza no parecen un perímetro alarmante, en una ciudad significan pasar de estar dentro de un parque a cruzar una carretera o zona peatonal. Cualquier estímulo que haga salir su instinto provocará una situación de peligro
Gran parte de la esencia para que una raza sea más fácil de adiestrar que otra, está en el interés vocacional a satisfacer al humano.
Conseguirlo con un afgano común es prácticamente imposible y eso no es negativo, tampoco un perro pastor podrá hacer cosas que el lebrel hace, hay que añadir que como en todo hay excepciones. Por supuesto que podrás enseñarle a dar la pata, a sentarse y similares obediencias, pero hablamos de la norma general y típica de la raza.
Para entender sus conductas basta con estudiar su pasado. En su región de origen los mineros y cazadores de las montañas, que rondaban los 3.000 m de altitud, utilizaban los lebreles en la caza. Los galgos tenían que perseguir durante a veces varios kilómetros a una presa sin depender de nadie. No podemos exigir que de un plumazo ese instinto tan establecido desaparezca. Los lebreles no están hechos para obedecer, para someterse, en definitiva, para ser siervos del humano. Su alma ha sido forjada por más de 10.000 años para hacer totalmente lo opuesto.
La cría de afganos no fue orientada como los perros de compañía o utilidad actuales. No poseen la predisposición a satisfacer una orden con lo que no podemos esperar que sea tan fácil el que la ejecuten.
En cuanto a las polémicas sobre su inteligencia, un ejemplo estupendo para refutarlas sería el lobo. A nadie se le pasa por la cabeza pensar que el lobo no es un animal listo, estamos acostumbrados a verlo en documentales y libros, donde se puede ver relacionándose en manadas y elaborando complejas estrategias de caza que muestran una gran inteligencia.
Su evolución fue diferente a la del perro doméstico que aprendió a depender del hombre, seleccionado para ello y para comunicarse cada vez mejor con él y por la contra el lobo permaneció salvaje y autosuficiente, sin desarrollar esa capacidad para comunicarse con el hombre.
Que el afgano sea más evasivo ante una acción de adiestramiento no lo convierte en más tonto ni más listo, simplemente es diferente.
La mayoría de las razas caninas están forjadas para diferentes tareas, rastrear, pastorear, proteger, en resumidas cuentas ejecutar órdenes y aprender a realizarlas con predisposición. Los afganos son cazadores, di-visan, persiguen y capturan, muchos no consideran finalizada la tarea hasta que la presa no se mueve.
Son perros de utilidad, pero los servicios que llevan dándonos son de otro tipo, se especializaron en la caza, dotándose con unas cualidades específicas para ello. No debía esperar las órdenes ni depender de ellas, el mejor afgano tenía que ser independiente, pensar y decidir por sí mismo la forma de actuar llegada una situación, ya que nadie iba a estar con él en el momento clave de la cacería.
Por ello a raíz de tantos años de selección, como fruto en el día de hoy, nos encontramos un galgo afgano capaz de sobrevivir alimentándose por sí mismo y sin embargo, trabaja para su amo proporcionándole la carne, sin esa clara sumisión habitual.
El afgano que descansa tan plácidamente en tu sofá y te mira cariñoso, buscará tu proximidad, pero al salir al aire libre, echará a correr y tomará su propio camino.
A veces pensarás que no te presta atención, que no existes para él, pero una vez explorado todo lo que le ha llamado la atención, regresará voluntariamente.
No corren sin sentido, es capaz de encontrarte incluso si seguiste tu camino, permanece con el hombre por propia voluntad, como buen galgo le gusta el contacto humano y está muy a gusto entre nosotros.
Son afectuosos en sus relaciones con las personas, por lo que buscan ocupar un lugar en la familia y sentirse integrados. Dispuestos para convivir, disfrutan mucho con los momentos de cuidados y muestras de cariño, pero ojo, siempre en relaciones de reciprocidad, el que quiera obligarle a una forma de vida en desacuerdo con su naturaleza o le exija demasiado no podrá ser feliz con él.
Para comprender está raza siempre hay que recordar su origen, todo en él es fascinante y las respuestas las tenemos en su historia y casi todo nos remontará a la caza.
El afgano en casa es tranquilo, apenas notaremos su presencia llegada una edad, ya que de cachorros son terremotos con patas, conviven perfectamente con otros animales en cuanto forman parte del círculo familiar.
Se dice que en el afgano conviven dos almas, el compañero de vivienda tranquilo que ama la comodidad y el cariño y por otro lado, el centro de energía, el cazador inagotable y fornido.
Son muchos los que tras una convivencia con ellos quedan sorprendidos con la relación que se desarrolla, supera con creces cualquier expectativa. Será un compañero apaciguado que no causa alboroto y cariñoso con los niños siempre que se haya adquirido un perro con instintos firmes y no desequilibrado.
Normalmente mantendremos una buena coexistencia si les quemamos su energía antes y después de cada periodo de ausencia en casa. El perro descansará mientras no estamos.
En general el afgano es realmente un perro diferente, en la línea de su familia lebrel, con una historia que nos ayuda a comprenderlo y nos hace admirarlo.
Con los conocimientos, el tiempo y las ganas necesarias, comprobaremos que el carácter de nuestra raza es precisamente lo que lo hace incomparable y peculiarmente atractivo.
Jose Salgueiro
©Escarlata de Biebrich